Doñana, un homicidio premeditado
- Admin
- 25 jul 2022
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Doñana siempre ha sido el objeto del deseo de todo aquel que ha tenido conocimiento de su existencia. Es cómo en la escuela con el guapo y además listo o con la guapa y además lista. Lo tienen todo, pero es difícil, por no decir imposible, contentar a todos y no sufrir acoso por quienes no pueden cumplir ambas cualidades a la vez, sea cual sea el orden de incumplimiento de éstas. Doñana, un inmenso lago en la época de los Romanos, ha sufrido un terrible bullyng escolar desde que los árabes intentaron cultivar arroz y el otrora sistema mareal se lo impidió. Con el tiempo se habló de Doñana cómo la joya de la Corona, pero en realidad siempre ha sido un caramelo, cómo un bombón irresistible al mordisco en la puerta de un colegio. Cómo hacen las grandes marcas de productos que triunfan con sus delicatessen en cajas doradas, se porcionó para obtener más beneficios. Era una tentación suprema, cómo rezan los anuncios. No tuvo un infancia fácil, no. Estoy seguro que Doñana se sintió ultrajada cuando fue alquilada para sufragar los gastos de la larga guerra de Granada y todo lo ocurrido después hasta viajar en el Ministerio del Tiempo al final de la Guerra Civil. Doñana vivió siempre en el seno de una familia desestructurada, una familia que nunca permitió que se convirtiera en adulta. De casa de acogida a casa de acogida, inmersa en llanto y desesperanza, llanto que hoy ya es agónico, casi sordo. Pero nadie puede juzgar alegremente las necesidades imperiosas, de compatibilidad con la vida, que posteriormente provocaron que en el área de Doñana se sufriera la mayor transformación agraria que jamás ha ocurrido en este país: 28.000 hectáreas desecadas para convertirlas en cultivo de arroz, arroz que en los años 80 representaban el 40% de la producción nacional; eso es así, y en eso tuvo que vivir.
Buceando en los orígenes encontramos que eran 250.000 hectáreas la superficie original inundable. Aquello era algo casi climácico, y por tanto utópico en su continuidad temporal, porque nos guste o no, nuestra especie está aquí y su presencia también debe ser contemplada cómo una interacción sistémica ajustada a requerimiento; de no hacerlo así nunca gestionaremos bien, es un hecho. Pero también es un hecho que hace no demasiado tiempo existían 34.000 hectáreas de marisma, de las cuales alrededor de 26.000 eran inundables si las condiciones anuales eran propicias. Hoy todo eso ya no existe, digan lo que digan y pese a que se siga vendiendo de la misma manera en un acto de ilusionismo malintencionado. Es aquí donde empieza la verdadera sociopatía de este escrito. Con la creación del Parque Nacional de Doñaña en 1969 se empezó a escribir su epitafio. Aunque la gran capacidad y las más que buenas intenciones de sus gestores iniciales tuvieran planeado exactamente lo contrario de manera brillante, su legado nunca ha sido escuchado. Es más, ha sido defenestrado.
Este sociópata recuerda muy bien cuando en los 90, en Sevilla, a mis alumnos de Planes de Conservación de Fauna Salvaje de la Universidad de Gales, les hablaba del enfoque sistémico que debía aplicarse en cualquier análisis ecológico cuya finalidad fuera la gestión efectiva del medio natural. Evidentemente, Doñana era uno de los puntos fuertes en esas clases. En los últimos 25 años, quizá más, eso jamás se ha hecho en el Parque Nacional. El Parque Nacional se ha tratado siempre cómo un ente insularizado, autosuficiente y ajeno a los mecanismos de su entorno, y ese es uno, sólo uno, de los problemas. El Parque Nacional de Doñana nunca ha dejado de ser tratado cómo el Coto de Doñana. De nada sirve la creación del Parque Natural cómo zona tampón, ni del conjunto de Espacio Doñana, si se siguen gestionando por componentes todos los factores de perturbación de carácter externo que afectan al conjunto. Ahora parece que se descubre la biología del paisaje cómo algo nuevo a tener en cuenta. Tarde.
Doñaña, hoy, es un secarral. Pero no sólo eso. No hay linces en el Parque Nacional, no hay águilas imperiales en el Parque Nacional, no hay conejos en el Parque Nacional. Ese espacio que acogía al 80% de las especies de aves europeas ya no existe. El grueso de las comunidades faunísticas que representan la rica biodiversidad del área se encuentran fuera de Parque, dónde, en muchos casos, se está llevando a cabo una gestión efectiva del territorio, preservando zonas de interfase, manteniendo ecotonos que permiten el flujo de afinidades biológicas que se retroalimentan, que se complementan y contribuyen al mantenimiento de una riqueza que no entiende de límites ni líneas rojas. Eso no es de ahora. No es únicamente el cambio climático. Son décadas de inacción. El Parque Nacional de Doñana nunca se ha interesado por eso y se ha quedado sólo. Ha sido ese futbolista estrella que siempre ha querido ganar el partido sin jugar en equipo, y, lamentablemente, el resultado final no es positivo. De hecho, si hoy en día se valoraran los condicionantes exigidos para declarar un espacio natural cómo Parque Nacional, Doñana no los superaría.
La enorme responsabilidad implícita en la gestión del que fue mayor humedal de Europa, con el principio de responsabilidad internacional que ello conlleva, siempre se ha obviado. Nunca se ha estado a la altura. Nunca se han cumplido la Leyes, que las hay, propias y europeas. Es tan fácil cómo eso. Nunca se ha hecho. Veinte años recibiendo avisos y multas desde los organismos competentes europeos no han servido de nada, ni servirán. Hoy Doñana no tiene agua, y es simple, fácil, culpar al cambio climático de la situación resultante, y con ello eludir molestas responsabilidades. Pero es que sois vosotros, los gestores políticos, los que habéis robado el agua a Doñana durante décadas, decidiendo por donde y cuando debe transcurrir tal o cual cauce al antojo de intereses oscuros que ahora os apresuráis en esconder, permitiendo, amparados en no sé que, la existencia de pozos ilegales que ahora pretendéis regularizar en lugar de eliminar. Es un ejercicio de cinismo sin parangón en Europa. Haced cumplir la Leyes, estáis obligados a hacerlo, dedicad el esfuerzo necesario para ello, cueste lo que cueste, devolved el agua robada y jugar en equipo olvidando viejas joyas enquistadas. Haced eso o bien llamar al forense para que levante acta del cadáver de lo que fue el orgullo de Europa.
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